martes, 12 de noviembre de 2013

Google Street View: Arequipa al desnudo

Casi coincidiendo con los festejos de la ciudad, Google Earth regaló a Arequipa la operatividad de su herramienta Street View -Vistas Callejeras en español-, con la que se abre una nueva dimensión para “pasear” la ciudad, prácticamente, sin moverse del escritorio. Desde hace un buen tiempo atrás, las reconocibles unidades móviles, equipadas con un sistema de cámaras especiales, empezaron a recorrer casi todas las calles de la ciudad, incluyendo tramos campestres y rurales, en un hecho histórico en la cartografía digital de la ciudad y al que ninguna autoridad -ni chofer de combi- ha hecho referencia, ni reverencia alguna.
Lo malo de tan importante noticia es que nuestra ciudad está, desde ahora y, literalmente hablando, en los ojos del mundo entero, en cada PC, en cada Ipad o teléfono celular. Según estimaciones del propio Google, a la fecha, se han descargado hasta mil millones de programas gratuitos de Google Earth –en sus distintas versiones- lo que significa que uno de cada siete seres humanos lo usa. Hasta hace unas semanas atrás, cualquier persona -en cualquier parte del mundo- tenía que apelar a fotos de tarjetas postales, fotos de amigos, de libros, de revistas, de periódicos o fotos colgadas en internet, para darse una idea de lo que ofrece Arequipa. Y como sabemos, la gran mayoría de postales solo vende la Arequipa con maquillaje. Y qué hay de la Arequipa cara sucia y patacala? La Arequipa maloliente y descuidada, la Arequipa olvidada en medio de cerros y quebradas, la Arequipa sin pistas ni veredas, la Arequipa de la autoconstrucción y la informalidad. Esa Arequipas hoy salen a la luz.
Si bien Street View es todo un avance de la ciencia y la tecnología que se aplaude; debo confesar mi preocupación al ver cómo nos ven desde afuera. Es sencillamente doloroso ver en cada imagen panorámica la triste y cruda realidad de nuestra ciudad, mostrando miseria e inhumanidad en cada rincón de espacio público fotografiado. Mi más pesimista pronóstico se ha cumplido. Recuerdo aquella vez que, recorriendo un pequeño tramo de una importante avenida de la ciudad, acompañando a un grupo de estudiantes del curso de Diseño Urbano –en búsqueda de vicios de diseño y errores a no repetir-, registramos más de 200 observaciones en menos de una hora de caminata. Un alumno reaccionó manifestando, muy preocupado, que si en apenas 700 metros lineales de calles hay tantos vicios, errores y defectos, cuántos más no habrá en los 2,000 kilómetros de calles en toda la ciudad. Habría para llenar varios kilos de papel, le contesté. Creo no haber exagerado y estoy en condiciones de demostrarlo. Por ahora más de 200 imágenes seleccionadas de Street View delatan la triste y cruda realidad de una ciudad cuyas calles y parques parecieran no reconocer la mas mínima dignidad humana y en donde, a pesar de los miles de millones invertidos en obras públicas, no se ven los resultados tangibles, duraderos y sostenibles de estas inversiones. Google no miente –lo único que Google ha difuminado son caras y placas- pero el resto se muestra tal cual. “Arequipa al desnudo” podría ser el titulo apropiado para una conferencia que me encantaría brindar con las imágenes recogidas y que de hecho la daré para quienes deseen participar.
artículo mauricio
Pero más allá de lo académico, mi gran preocupación se confunde con la indignación de quien ve en esas imágenes, una Arequipa deformada y contrahecha por esa suma de arquitecturas chicha, hibridas y modernosas. En mi anterior artículo me referí a la pésima y cuestionable calidad de gasto de la obra pública urbana -a raíz del recorte del canon minero-. Pues bien, cualquiera que observe las vistas callejeras de Arequipa mediante Street View de Google Earth se preguntará: “y esa es la segunda ciudad del Perú?”. Reconozco que anoche me tope con lugares de mi ciudad que jamás visite, y eso que puedo asegurar ser uno de los pocos que se la ha recorrido enterita -de cabo a rabo, allá en 1984- en busca de datos para mi tesis; pero no podía creer que eso que veía era parte de mi ciudad. En algún momento hasta pensé como podría ser posible borrar esas imágenes; pero es imposible, esa es Arequipa y es así -con todas sus crudezas y penas- cómo nos ven desde afuera. Y algo que me impresionó bastante fue el desastroso estado de los pavimentos, de las veredas y de la señalización de tráfico. Claro que no faltarán quienes digan que Google escogió una mala época para publicar mundialmente el calamitoso estado de las calles de la ciudad; pero lo único que ha hecho Google es confirmar la incapacidad de las autoridades locales para gestionar la recuperación inmediata de la ciudad. No fue un terremoto ni la caída de un meteorito; fue una lluvia fuerte, tan fuerte como de seguro las hubo anteriormente, solo que hoy devolvemos plata del canon porque no sabemos en qué invertir y aun así, no hay fondos para reparar pistas ni veredas? Si eso no es incapacidad, qué es?
Lo cierto es que Arequipa muestra al mundo, gracias a Google y gracias a una troupe de alcaldes poco capaces, una cara impresentable y que pone al desnudo nuestras más oscuras y crudas debilidades. Son muy pocas las imágenes que realmente valen la pena y que representan el ideal de ciudad atractiva, limpia, segura y ordenada que nos prometen todos los alcaldes que han pasado. Ahora ya no tendrán escapatoria. El mundo entero, literalmente hablando, será testigo de sus grandes mentiras y sus grandes faenones. Gracias, Google!
Autor: Arqto. Mauricio Huaco

martes, 5 de noviembre de 2013

Biografia Falaz, Martha Chavez (coqueteando con lo veraz)

César Hildebrandt escribió esta biografía falaz de Martha Ch. hace dos semanas para @[149560055092013:274:Hildebrandt en sus trece]: "Martha Ch. fue expulsada de su lago amniótico una noche de brujas. Su santa madre, llamada Ágata, había tenido un accidente de escoba que precipitó eso que apenas pudo llamarse parto. Martita nació fea. Fea aun para los estándares de las brujas. Pero, sobre todo, nació mala, retorcida como un quipu, verrugosa como Hermelinda Linda, grasienta como una patita con maní. Odió el bien desde muy niña y la belleza, o cualquier cosa que se le pareciera, casi desde antes de nacer. Vino marcada. Porque la fealdad extrema, en algunos casos, es destino. De modo que Marthita se pasó la vida maquillando ese rostro que la avergonzaba, achicando con trucos ópticos esa boca que parecía un descuidado buzón de Sedapal y cubriendo con una gruesa base los volcanes de sus inflamaciones faciales. Pero su inquieto espíritu no la dejaba en paz. Fue una secretaria gris con un sueldo mediocre y después una abogada mediocre sin sueldo porque jamás ejerció, pero su alma en llamas le decía: -Tú estás para más. No te conformes. De modo que esperó. Se marchitó esperando. Y cuando su fealdad llegó a llamar la atención de los productores de “Pesadilla en Elm Street”, cuando los músculos se le habían zafado del esqueleto y las verrugas habían ascendido a cordilleras que cualquier piojo montañista hubiese querido escalar, entonces llegó el Gran Día. El día D mierda. Ya lo saben: subió al poder Mekago Hentorito. Hentorito no la atrajo mucho en su primera fase. Pero la excitó hasta el séptimo cielo cuando dio el golpe de Estado. Y se enamoró perdidamente de él cuando, desatado y más ponja que nunca, hizo lo que Marthita había soñado siempre que debía hacerse con este país de indios y cholos pezuñentos. -Decreto el olvido para los crímenes de Estado, derogo la democracia, cancelo la ley de la relatividad, suprimo el Congreso, destituyo las bienaventuranzas, omito la Contraloría, ceso al Tribunal Constitucional, consagro el sálvese quien pueda y me nombro Emperador Vitalicio –vociferó Mekago Hentorito en aquel famoso discurso de autoinvestidura. Marthita fue atacada por aquello que Meg Ryan interpretó con gemidos de soprano de coloratura en 'When Harry met Sally' y cayó al piso desmayada. Al día siguiente, a primera hora, hizo cola en el SIN para besar la mano de Vladimiro y pedirle un sitio de honor en la gavilla. Cuando Vladimiro la vio, se desilusionó. Creyó que Marthita, cuya voz en el teléfono había sido agradable, era una hembra abordable y se encontró con un súcubo que sólo podía competir con la Pinchi. -¿Para qué soy bueno, doctora Ch.? –preguntó Vladimiro. -Yo puedo aportar mucho en este proyecto –respondió Martha. Al poco tiempo se casó con la satrapía, adoptó el odio, se dejó manosear por el crimen, conoció a los Colina, calumnió cadáveres, esparció su aliento a anchoas en el Congreso, sostuvo la ley de amnistía y adoró a Hentorito como no lo había podido hacer jamás la triste Higuchi. -Haré del Perú un monumento al miedo y a la humillación, me vengaré de mis compatriotas saqueados en 1942, destrozaré este país que maltrató a mis padres, escupiré el idioma que jamás pude hablar –decía Mekago Hentorito en la intimidad. Martha lo escuchaba al borde de ser, otra vez, una Meg Ryan conociendo a Harry (el sucio). Y vaya que Marthita aportó. Donde Hentorito ponía el cuchillo, ella ponía la justificación. Donde Hentorito saqueaba, ella decía que eran ingresos propios. Donde Hentorito arrasaba con las instituciones, ella lanzaba el salvavidas del 'estado de urgencia'. Marthita fue la primera dama de la banda. La penicilina se la tiene jurada."